Páginas

miércoles, 21 de diciembre de 2016

«Quienes pretenden excluir la clase de Religión, ¿de verdad aman la libertad?»



El pacto educativo debe ser «el resultado de un diálogo con los verdaderos sujetos educativos y no el resultado de un acuerdo de los políticos», advierte José Miguel García, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, organismo, según se anunció el lunes, que coordinará a los diferentes agentes educativos católicos para que concurran a las conversaciones «con una sola voz»

¿Peligra la presencia de la asignatura de Religión y su carácter evaluable con el pacto educativo? De una forma u otra, los cuatro grandes partidos se han mostrado favorables o dispuestos a revisar este punto.

Quienes tendrían que responder a esta pregunta son los partidos a los que usted alude. Lo único que puedo decir al respecto es que si tienen en cuenta el expreso deseo de los padres manifestado cada año, deberían dejar la asignatura dentro del currículo, en paridad con el resto de las asignaturas. En el curso pasado, 2015-16, los alumnos que eligieron la enseñanza religiosa católica fueron 3.666.816, o sea el 63 % de los estudiantes. Creo que los partidos políticos, que están al servicio del bien común, deberían escuchar esta voluntad popular. Esperemos que sean servidores y no poderosos que afirman sólo sus propios intereses.

Me sorprende que se quiera excluir la clase de Religión de la propuesta educativa si la piden los padres para sus hijos. No acabo de entender a los que se nombran paladines de la libertad y quieren excluir la enseñanza de la religión de la escuela. Obrando así, no se defiende y respeta la libertad de los padres a educar a sus hijos como ellos quieren. Estos paladines de la libertad suelen criticar a la Iglesia porque ha impuesto sus ideas durante tiempos pasados aprovechándose de un poder, pero me temo que ellos caen en el error que condenan. En realidad, ¿aman de verdad la libertad de todos, que dicen defender, o solo la suya? El respeto a los otros, el desear y permitir que existan otros que piensan diferente a mí es rasgo fundamental de la democracia.

Por lo demás, sería bueno no olvidar que la libertad religiosa es el fundamento de todas las libertades.

La situación de la asignatura es muy dispar en las distintas Comunidades Autónomas. ¿Va a pedir la CEE una regulación nacional?

La situación dispar en las CCAA no es solo de la asignatura de Religión, sino de la buena parte de las materias que se imparten. El gobierno central ha dado las competencias educativas a las CCAA y cada una propone el currículo que cree más adecuado a sus intereses. El nuevo pacto educativo debería acabar con estas diferencias y realizar una propuesta común para todos los españoles en cuanto a los contenidos y competencias que tienen que adquirir los muchachos, pero al mismo tiempo dejar una libertad total de propuesta educativa en la concepción antropológica y social. Sería peligroso imponer una escuela estatal de modelo único, controlada además por el poder de turno, pues llevaría a un empobrecimiento de la educación. La libertad de educación no solo favorece el derecho de los padres a educar a sus hijos como ellos quieren, sino también la aparición de escuelas excelentes.

La Iglesia quiere participar en las conversaciones con una sola voz. ¿Cuál será esa voz? ¿Cómo se va articular la «concertación» entre los diferentes actores educativos católicos?

La Iglesia vive una experiencia de comunión, de unidad generada por la presencia de Cristo. Si el criterio es nuestra fe, habrá una unidad coral. En cuanto a la modalidad de relación con los actores implicados en el pacto educativo habrá que verlo.

Más allá de la asignatura de la Religión o de los conciertos, ¿qué otras cuestiones cree la CEE que debe incluir el pacto educativo?

La gran urgencia que tiene la Comisión Episcopal de Enseñanza es que haya una propuesta educativa para la persona y no se centre sólo en sus competencias, capacidades o instrucción. A lo que tiene que hacer frente el pacto educativo es a la gran crisis de lo humano que vivimos en nuestros días. Hoy los chicos y jóvenes desconocen su dignidad y grandeza, no tienen conciencia de del valor de su persona. La educación consiste en hacer surgir la humanidad de las personas. Me temo que los adultos se han preocupado mucho por hacer la vida fácil de las generaciones jóvenes, pero no han despertado y favorecido su conciencia ni les han transmitido el significado de la vida. El mero bienestar y comodidad no implica caer en la cuenta de la grandeza y el bien inmenso que es la vida ni suscita la pasión por construir. Es necesario conocer el sentido, el porqué de las cosas, de la realidad.

En este sentido, el gran problema que no podrá resolver ningún pacto educativo es la existencia de adultos que estén apasionados por la vida y deseosos de comunicar la propia experiencia humana a las nuevas generaciones, adultos que introduzcan en la realidad total, hasta su significado, a las generaciones jóvenes. La Iglesia puede realizar una aportación enorme a la sociedad española suscitando estos adultos.

Otra cuestión que nos preocupa es que el pacto educativo sea el resultado de un diálogo con los verdaderos sujetos educativos y no el resultado de un acuerdo de los políticos. Cuanto más se impliquen en él los profesores y padres, incluso los mismos estudiantes, más real será la posibilidad de llegar a un pacto educativo duradero. Por el contrario, la vida de dicho pacto será breve, como lo han sido los anteriores, si es el mero resultado del cambalache de los intereses partidistas de los políticos.